martes, 28 de septiembre de 2010

La elocuencia pisadora o yo no tengo la culpa de que sean tan pendejos

El fin de semana pasado estuve en casa de mi compadre, platicábamos historias regionales de miedo, mas ad hoc para todos santos que para el mes patrio, me toco el turno a mi de platicar un par de historias de cuando a mis tiernos quince años para darme una lección de vida mi familia me envió a trabajar al campo al son de “¿no quieres estudiar? Pues a trabajar”, durante el transcurso de mi intervención, sufrí de constantes interrupciones por mi modo de describir las circunstancias que rodeaban los pasajes que comentaba, esta no es la primera vez que me ocurre, en días pasados en cierta reunión con ciertos twitteros me paso algo similar al preguntarme la razón de don Pisador, sin embargo en casa de mi compadre caí en la cuenta de que parece cada vez mas relevante este fenómeno.

Afrentado por tal situación decidí hacer un arduo examen de conciencia y reflexión acerca de este tema, pensé que quizá había varios factores lógicos que provocan esta abundancia de argumentos en mi conversación:

Empecé a leer libros, no libritos infantiles, libros de velda’ a los 7 años

Mi libro favorito es La Iliada

Tengo una memoria de verdad impresionante

La educación que recibí en mi infancia fue de lo mas exigente

Soy de naturaleza extrovertida y lo hago para llamar la atención

Dormía a los 9 años con “el banquete” como libro de cabecera

Tengo una admiración casi ciega por la cultura helénica

Después de analizar estos y otros puntos a profundidad me di cuenta que la elocuencia no es un defecto, es una maldita virtud en un mundo lleno de simpleza y banalidad, a mi mis timbres, yo no tengo la culpa que sin importar los niveles de escolaridad haya gente tan pendeja a la que no le interesa abordar sobre temas que se salgan de su zona de confort, gente idiotizada que considera que Homero es un personaje de televisión y cree que el recrear situaciones con palabras es una forma de perder el tiempo, en lo personal pienso seguir hablando como lo hago hasta el momento, todavía conservo la esperanza de que algún día al igual que mi cumulo de conocimientos inútiles todo este bagaje cultural me sirva para un maldito carajo.

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