De Corsarios de Levante
Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.
Del Capitan Alatriste
Entonces Diego Alatriste suspiró muy hondo, para sus adentros. Aquello era negocio hecho. Así que, resignado, metió mano a la espada y sacó el acero de la vaina.
Al menos, se dijo fugazmente al desnudar la blanca, un par de aquellos hideputas iban a acompañarlo bien servidos al infierno
De Limpieza de Sangre
-Excelencia, no tengo más que una hoja de servicios que a nadie importa un ochavo, y la
espada de la que vivo -el capitán hablaba muy despacio, cual sí más que dirigirse al primer ministro de dos mundos se limitara a reflexionar en voz alta-... Tampoco soy hombre de mucha parola ni recursos. Pero van a quemar a un mozo inocente, cuyo padre, que era camarada mío, murió luchando en esas guerras que son tan del rey como vuestras. Quizá ni yo, ni Lope Balboa, ni su hijo, pesemos en esa balanza que vuecelencia tiene a bien mencionar. Pero nunca sabe nadie las vueltas que da la vida; ni si un día no serán cinco cuartas de buen acero más provechosas que todos los papeles y todos los escribanos y todos los sellos reales del mundo... Si ayudáis al huérfano de uno de vuestros soldados, os doy mi palabra de que tal día podréis contar conmigo.
Del oro del Rey
La regla que, fuera cual fuese, cierta o errada, lógica o no, justa o injusta, con razón o sin ella, los hombres como Diego Alatriste necesitaron siempre para ordenar –y soportar– el aparente caos de la vida. Y de ese modo, paradójicamente, mi amo se descubría con escrupuloso respeto ante su rey, no por resignación ni por disciplina, sino por desesperanza. A fin de cuentas, a falta de viejos dioses en los que confiar, y de grandes palabras que vocear en el combate, siempre era bueno para la honra de cada cual, o al menos mejor que nada, tener a mano un rey por quien luchar y ante el que descubrirse, incluso aunque no se creyera en él. De manera que el capitán Alatriste se atenía escrupulosamente a ese principio; de igual modo que tal vez, de haber profesado una lealtad distinta, habría sido capaz de abrirse paso entre la multitud y acuchillar
a ese mismo rey, sin dársele un ardite las consecuencias.
Del sol de Breda
-Esto es cosa hecha -dijo Pablo Olivares.
Nos mirábamos unos a otros, indecisos, con los gritos de los ingleses sonando cada vez más cerca, en la ladera. Aquel griterío me producía un gran pavor, un infinito desconsuelo. Nos quedaba menos tiempo que el necesario para un credo, sin otra opción que ellos o las aguas del pantano. Algunos empezaron a sacar las espadas.
-La bandera -dijo Alatriste.
Varios lo miraron como si no entendieran sus palabras. Otros, Copons el primero, se incorporaron acercándose al capitán.
-Razón tiene -dijo Mendieta-. Mejor con bandera, pues.
Lo entendí. Mejor junto a la bandera, peleando en torno a ella, que allí arriba tras los cestones, como conejos. Entonces ya no sentí más el miedo, sino un cansancio muy hondo y muy viejo, y ganas de terminar con todo aquello. Quería cerrar los ojos y dormir durante una eternidad. Noté cómo se me erizaba la piel de los brazos cuando eché mano a mis riñones para desenfundar la daga.
Mano y daga me temblaban, así que la apreté muy fuerte. Alatriste vio el gesto, y por una brevísima fracción de tiempo sus ojos claros relampaguearon en algo que era al mismo tiempo una disculpa y una sonrisa. Luego desnudó la toledana, se quitó el sombrero y el correaje con los doce apóstoles, y sin decir una palabra fue a
encaramarse al parapeto.
-¡España!... ¡Cierra España! -gritaron algunos, yéndole detrás.
-¡Ni España ni leches! -masculló Garrote, levantándose renqueante
con la espada en la mano sana-... ¡Mis cojones!... ¡Cierran mis cojones!.
"El día que el capitán Alatriste buscó un buen lugar donde morir, y yo lo seguí a través de los ingleses, con sus camaradas, porque íbamos a caer todos de cualquier manera, y porque nos habría avergonzado dejarlo ir solo."
Del caballero del jubón amarillo
Don Francisco de Quevedo me dirigió una mirada que interpreté como era debido, pues fui detrás del capitán Alatriste. Avísame si hay problemas, habían dicho sus ojos tras los lentes quevedescos. Dos aceros hacen más papel que uno. Y así, consciente de mi responsabilidad, acomodé la daga de misericordia que llevaba atravesada al cinto y fui en pos de mi amo, discreto como un ratón, confiando en que esta vez pudiéramos terminar la comedia sin estocadas y en paz, pues habría sido bellaca afrenta estropearle el estreno a Tirso de Molina. Yo estaba lejos de imaginar hasta qué punto la bellísima actriz María de Castro iba a complicar mi vida y la del capitán, poniéndonos a ambos en gravísimo peligro; por no hablar de la corona del rey Felipe IV, que esos días anduvo literalmente al filo de una espada. Todo lo cual me propongo contar en esta nueva aventura, probando así que no hay locura a la que el hombre no llegue, abismo al que no se asome, y lance que el diablo no aproveche cuando hay mujer hermosa de por medio
Ahora solo espero que estrenen la película en México y prometo verla 543 veces. diosito nunca te he pedido nada de verdad importante pero esto si concedemelo...
jueves, 23 de noviembre de 2006
Corsarios de Levante
Esta entrada me la debía de hace tiempo, la pensé desde que hice los hechos de Pérez Reverte, pero por una u otra cosa no me había dado el tiempo de extraer los fragmentos de los libros de capitán Alatriste, menciono esto por que a veces me pasa o a veces pasa que se da una idea y si no la llevas a cabo en el momento, se olvida o la miras feo después y ya no haces nada, todo se me reactivo ahora que veo la proximidad de la sexta entrega de la saga del Capitano.
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9 comentarios:
Hooooooooooola, esto me da ganas de comenzar aleer esos libros del capitan Ala triste
Vaya pues que interesante tu post, ahora ya tengo otro libro que leer, suena interesante.
Gracias por visitarme y por el consejo jajajaja lo pondre en practica jajaja.
Besos¡¡
Me encantan estos post que le ayudan auno a elegir sus lecturas, mil gracias por la visita y por compartir...
Saludos
XXAbeja
La verdad es que siempre quisiera contestar todos los comentarios, sin embargo no considero que este sea el mejor medio! :(
Gracias!
va a haber pelicula don pisador? que chingonnnn, bueno pero tengo que leer el libro primero, para contar el final en medio de la pelicula, jaja. Saludos y ya estas linkeado también, nos estamos leyendo.
A huevo!! 20 millones de euros se gastaron! ¿como ves? En la madre patria la estrenaron en Octubre, a ver si llega por aca en Enero, saludos! y gracias por el link!
ahora si ya estas linkeado jaja, es que me meti al baño y pues me tarde mucho jaja.
Para quien no haya leído la serie del capitán Alatriste: No saben lo que se han perdido. En si, toda la obra de Pérez-Reverte es buenísima. Espero que lean los libros antes de ver la película. Hasta ahora NINGUNA pelicula basada en sus libros ha sido tan buena como estos son.
Capitan que fuiste a Flandes, a Mejico y a los Andes... ¿En que empresa sueñas capitan?
alguien sabe cuando sale en mexico?
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